Evaluar en estos tiempos, no parece ser tarea fácil, que será lo fundamental en un proceso evaluativo, los educadores populares decimos más bien que lo que se tiene que valorizar y evaluar es el proceso, el camino que se realiza, la calidad de ese caminar al cual no sin cierta complicidad e irresponsabilidad por parte de los animadores invitamos a “caminar”, o más modestamente a aprender juntos a mirar o contemplar ese caminar, ese tránsito del sometimiento a la esperanza libertaria.
Hasta qué punto no se trata no sólo de caminar juntos por senderos hoy día casi intransitables . sino muchas veces peligrosos, porque si queremos ser coherentes tenemos que asumir riesgos colectivamente, pero aquí surge un primer desafío hasta donde es el acompañamiento, los espacios formativos y lúdicos de un “diplomado” no tienen las mismas consecuencias para los participantes, y mucho menos para los animadores.

Eduardo Galeano plantea que un derecho esencial y el más importante es el derecho a la esperanza, creo que lo que plantea Galeano en estos tiempos de desesperanza es plenamente vigente, propongo que un indicador de un proceso evaluativo sea que durante y sobre todo al final del proceso terminemos un poco más espèranzados, que dentro de tantos afanes , aquellos en los que está cada uno de los que participan en sus espacios de intervención tengan sentido, ¿De que sentido hablamos? , de reconstrucción del sujeto individual y colectivo, que se rescate su humanidad , básicamente que puede seguir fortaleciendo los procesos de personalización y diálogo colectivo, es la reconstrucción y fortalecimiento de los espacios comunitarios, de la toma de nuevas espacios donde los seres humanos sean parte de un todo global con la naturaleza.

Un segundo elemento que indique la valorización del proceso recibido y entregado es recobrar esperanza con mirada crítica propositiva, ello surge durante el proceso formativo, la aventura y el azar de lo vivido va construyendo colectivamente ese “inédito viable “ a lo que nos invita Pauio Freire.

La evaluación como proceso recíproco y dialéctico donde tanto participantes como animadores entregan su reflexión y visión crítica de lo vivido en el taller son pasos y etapas de un proceso más integral de compromiso desde los propios quehaceres. Podemos señalar que parte de estos procesos es generar una tensionalidad en cada uno de los espacios de intervención comunitaria, el reposicionamiento de nuestro quehacer colectivo laboral tiene como horizonte ético y transformador de poner en discusión el sentido y valor de ese quehacer, asumiendo que hoy día los contextos de competitividad y desconfianza nos hace ser temerosos y desconfiados de nosotros mismos, dicho esto podemos señalar que nuestro aporte en estos ámbitos laborales tiene que ver con la generación de procesos retroalimentadores desde una perspectiva crítica sin dejar de considerar la perspectiva política de que otro mundo es posible , y ese mundo posible se va construyendo desde lo local, lo cotidiano y entre personas más allá de su posición o tarea en su propia organización e institución.

Una evaluación auténtica debe ser reflejo de lo ocurrido en el transcurso del taller y que nos arroja ideas y propuestas futuras.